jueves, 20 de junio de 2013

Felipe III de España


Felipe III de España Rey de España y Portugal. Era hijo de Felipe II, a quien sucedió en 1598. Aficionado al teatro, a la pintura y -sobre todo- a la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma; por influencia de éste, la corte española se trasladó temporalmente a Valladolid 1601, volviendo luego a su sede de Madrid 1606. Al morir Lerma en 1619, le sucedió en el valimiento su hijo, el duque de Uceda, si bien el rey impidió que alcanzara un poder tan ilimitado como había tenido su padre. A lo largo del reinado se sucedieron las reformas institucionales para solucionar los problemas de corrupción e inoperancia que aquejaban a la administración de la Monarquía: aparte de los cambios introducidos en el tradicional sistema de Consejos, se extendió cada vez más el recurso a las Juntas, órganos destinados a mermar el poder de aquéllos en favor de un gobierno más ágil y coherente, pero que no produjeron el resultado apetecido. Los problemas financieros, que se arrastraban desde el reinado anterior, hicieron al rey dependiente de las Cortes, a las que hubo de reunir con más frecuencia que sus antecesores para que le otorgaran los recursos imprescindibles para mantener la acción exterior de la Monarquía. Por último, en la política interior de Felipe III hay que destacar la expulsión de los moriscos 1610, que liquidó el problema creado en tiempos de Felipe II, al esparcir por toda la Península a los musulmanes granadinos derrotados en la Guerra de las Alpujarras; dicha expulsión tuvo efectos económicos muy negativos. Con Felipe III se inicia la serie de los llamados Austrias menores, monarcas de la Casa de Habsburgo en el siglo XVII, bajo los cuales se produjo la decadencia del poderío español en Europa. Los inicios del reinado se caracterizaron por una línea pacifista, obligada por las dificultades financieras: en 1604 se firmó la Paz de Londres con Inglaterra; en 1609 la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas de los Países Bajos; la paz con Francia, que Felipe II había concertado en sus últimos momentos Vervins, 1598 quedó consolidada en 1615, mediante sendos matrimonios del rey francés con una infanta española y del príncipe heredero de España el futuro Felipe IV con una infanta francesa; y los éxitos militares conseguidos en el norte de Italia parecieron abrir también allí un periodo de tranquilidad Convenio de Pavía, 1617. Esa situación se rompió cuando los conflictos internos de los Habsburgo arrastraron a toda Europa a la Guerra de los Treinta Años 1618-48. Iniciada a propósito del enfrentamiento entre católicos y protestantes en Bohemia, la primera fase de la guerra la correspondiente al reinado de Felipe III enfrentó a España, aliada de Austria y de Baviera que encabezaba a los príncipes alemanes de la Liga Católica, contra los protestantes bohemios apoyados por el Palatinado que encabezaba a los príncipes alemanes de la Unión Protestante. La victoria de las tropas españolas mandadas por Spínola en el Palatinado, y de las tropas de la Liga mandadas por Tilly en Bohemia, saldó esta primera fase en beneficio de los intereses españoles; pero la guerra se reanudaría en el reinado de Felipe IV en un sentido mucho menos favorable.

viernes, 3 de mayo de 2013

Carlos I


Carlos I de España fue Rey de España y emperador de Alemania. Con él se implantó en España la Casa de Habsburgo. Era hijo de Juana la Loca y de Felipe el Hermoso de Castilla. Fue educado en los Países Bajos por Adriano de Utrecht y Guillermo de Croy, recibiendo la influencia de los humanistas del Renacimiento. En 1515 asumió la gobernación de los estados de la Casa de Borgoña, que le correspondían por herencia de su abuela paterna; al morir en 1516 su abuelo materno, Fernando el Católico, heredó las Coronas unificadas de Castilla y de Aragón. Y en 1519, al morir su abuelo paterno, Maximiliano I de Austria, heredó los vastos estados patrimoniales de los Habsburgo, que llevaban aparejada la candidatura a la Corona imperial de Alemania, para la que efectivamente fue elegido aquel mismo año aunque no sería coronado formalmente por el papa hasta 1530. Dueño de tan extensos territorios, Carlos asumió enseguida el proyecto de Gattinara de restaurar un Imperio cristiano universal, para lo cual debía lograr una hegemonía efectiva sobre los restantes reyes de la Cristiandad. Ello le enzarzó en guerras continuas contra los rivales de tal hegemonía. Como rey de España, Carlos suscitó importantes resistencias desde su llegada al país en 1517, debido a su condición de extranjero, rodeado por una corte de extranjeros y con la mirada puesta en objetivos políticos que excedían con mucho los límites de la Península. Su política poco respetuosa de la autonomía municipal, al tiempo que la perspectiva de un rey ausente durante largos periodos de tiempo y esquilmando al reino con impuestos para financiar sus empresas europeas, determinaron las insurrecciones urbanas de las Comunidades de Castilla y de las Germanías de Valencia y Mallorca, que hubo de aplastar militarmente. Para aplacar los ánimos permaneció unos años en la Península, donde contrajo matrimonio con su prima Isabel de Portugal, como le habían pedido las Cortes de Castilla. En cuanto a su lucha por la hegemonía en Europa, Carlos tuvo que enfrentarse como campeón de la Cristiandad contra el avance de los turcos, que bajo el reinado de Solimán II el Magnífico, avanzaron por los Balcanes hasta el corazón de Austria. al tiempo que Barbarroja hostigaba la navegación en el Mediterráneo. Carlos tuvo que librar también cuatro guerras contra el rey de Francia, Francisco I, en 1521-26, 1526-29, 1536-38 y 1542-44, motivadas por diversos contenciosos territoriales en Italia y los Países Bajos; Enrique VIII de Inglaterra y otros estados europeos se aliaron ocasionalmente a Francia, temerosos de la hegemonía austriaca; e incluso el Papado bajo León X y Clemente VII luchó contra el emperador, quien no dudó en hacer que sus ejércitos saquearan Roma en represalia. En la propia Alemania, la reforma protestante iniciada por Lutero en 1519-21 acabó con la unidad católica; Carlos se mostró inflexible con los príncipes protestantes, a los que exigió primero que retornaran al seno de la Iglesia y derrotó luego en la Guerra de Esmalcalda de 1546-47. Pero, finalmente, se vio obligado a reconocer la escisión religiosa, Paz de Augsburgo, 1555, mientras el Concilio de Trento 1545-63 iniciaba la Contrarreforma en el bando católico. Fracasado de este modo su proyecto imperial, Carlos abdicó en Bruselas en 1555, dejando a su hijo primogénito, Felipe II, los reinos de España y los estados de la Casa de Borgoña, incluyendo las Indias, Italia Cerdeña, Nápoles, Sicilia y Milán , los Países Bajos y el Franco Condado; junto con dichos territorios, Carlos legaba a su hijo una Hacienda abocada a la bancarrota por los ingentes gastos de las campañas imperiales. Las tensas disputas en el seno de la Casa de Habsburgo le llevaron a desgajar de la herencia los estados patrimoniales de los Habsburgo en el centro de Europa, que pasaron a su hermano Fernando junto con la Corona imperial 1558, quedando separada desde entonces en dos ramas la Casa de Austria. Carlos, enfermo de gota, se retiró al monasterio de Yuste, donde murió.

lunes, 22 de abril de 2013

Felipe I el Hermoso

Felipe I el Hermoso nació el 22 de julio de 1478 en Brujas. Hijo del emperador alemán, Maximiliano de Habsburgo y de María de Borgoña. Cuando fallece su madre en 1482, heredó sus Estados patrimoniales bajo la tutela de su padre. Contrajo matrimonio en 1496 con Juana La Loca, hija de Isabel I de Castilla y de Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos. Al morir la reina Isabel La Católica en 1504, su esposa Juana fue nombrada reina de Castilla y León. Isabel estableció una nueva cláusula en su testamento: si su hija estaba ausente, no quería reinar o no podía hacerlo, no sería Felipe, sino su marido Fernando, quien desempeñaría la regencia-de Castilla hasta que el primogénito de Juana, Carlos, cumpliese los 20 años. Así surgió el enfrentamiento entre yerno y suegro. Las Cortes de Toro admitían al aragonés como regente aunque Felipe tuvo el apoyo de los nobles, que lo vieron como posible restaurador de sus privilegios. Fernando firmó con Luis XII un tratado en Blois 1505 por el que concertaba su matrimonio con la sobrina de éste, Germana de Foix, deshaciendo el pacto de Lyon. Felipe entonces llega a un acuerdo con Fernando, queriendo ganar tiempo hasta su venida a España. Realizada ésta en compañía de Juana 1506 , el pacto quedó roto tras las entrevistas con Fernando en Remesal y Renedo, y el monarca aragonés se retiró a sus posesiones. Las Cortes castellanas reconocieron a Juana y Felipe como reyes y a Carlos como heredero, pero no consintieron en declarar la incapacidad de la reina a pesar de las presiones de su marido. Se dice que bebió agua helada mientras jugaba un partido de pelota provocándole una fiebre de la que nunca se recuperó hasta que el día 25 de septiembre de 1507 fallecía, sospechándose que pudo haber sido envenenado. Un cortejo encabezado por la reina emprende un viaje con su cadáver hasta Granada, a pesar de encontrarse embarazada. El 14 de enero de 1507 nace Catalina, su hija póstuma.

lunes, 15 de abril de 2013

Juana I de Castilla

uana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, fue una mujer inteligente que recibió una esmerada educación, de la mano de Beatriz Galindo, que había sido también la maestra de su madre. Le enseñó latín y francés, así como el manejo de varios instrumentos de música. Quería ser monja pero a los 16 años sus padres, los Reyes Católicos, la obligan a casarse, por motivos políticos, con el archiduque Felipe de Austria, el Hermoso. El 22 de agosto de 1496 embarcó en Laredo, con una flota de 120 barcos y 15000 soldados para casarse con el duque de Borgoña. Antes de partir, hubo de permanecer dos días en Laredo, con su madre, que la había acompañado, hasta que disminuyó la marejada. El barco que llevaba su ajuar se hundió debido a un temporal. Al llegar a Flandes, tuvo que esperar unos días a su futuro marido, en el convento de Lier. Cuando la ve, Felipe queda fascinado por su belleza. Decide saltarse el protocolo, y ordena un rápido casamiento. Pronto comienza con síntomas de esquizofrenia. Hacia 1498 se describe la frialdad de su conducta, el desinterés por sus obligaciones, la falta de afectividad en sus actos, deja de pagar durante meses a sus sirvientes. Durante su primer embarazo, esta frialdad emocional se acentúa. Según su confesor,tiene duro el corazón, crudo y sin piedad. Este primer brote psicótico cedió tras el embarazo. Pronto, Felipe pierde el interés en la relación y Juana añade a su trastorno psicótico los celos. Siempre estaba vigilando a su esposo y pese al adelantado estado de gestación de su segundo embarazo, del que nacería Carlos el 24 de febrero de 1500, asistió a una fiesta en el Palacio de Gante. Aquel mismo día tuvo a su hijo, según cuentan, en una habitación retirada del Palacio. Unos meses después, partieron hacia España, atravesando Francia. En 1502 vuelve a tener otro brote psicótico, coincidiendo con su cuarto embarazo. Se empeña en acompañar a su esposo en su viaje, pero debido a lo avanzado de su gestación, no se lo permiten y la obligan a permanecer en Alcalá. El equipo de médicos que sus padres ponen a su servicio, dedujeron que su estado melancólico estaba motivado por su embarazo. Según los médicos Soto y Gutiérrez de Toledo, algunas veces no quiere hablar, otras da muestras de estar transportada, días y noches recostada en un almohadón, con la mirada fija en el vacío. Se traslada con su madre a Segovia. Allí siguen los síntomas: insomnio, anorexia con accesos de ingesta voraz, horas de inmovilismo y ataques de ira. Su madre debió de convencerse entonces de su enajenación, por lo que presenta ante las Cortes de Castilla un proyecto de ley por el cual, si doña Juana se encontrara incapaz para ejercer en persona las funciones reales, debería ser regente su padre don Fernando de Aragón. La salud de la reina se deteriora, y también su relación con su hija. Por recomendación médica, son separadas, ya que su relación parecía resultar dañina para ambas. Doña Juana es trasladada al Castillo de la Mota. Allí fue mejorando hasta que en noviembre recibe noticias de su marido. Se dispone a partir en su busca de inmediato, pero Juan de Fonseca se lo impide. Tras un ataque de ira y rabia, en el que dirige al de Fonseca insultos y amenazas de muerte, pasa la noche a la intemperie, a medio vestir. Avisan a la reina, que acude a La Mota a pesar de lo avanzado de su enfermedad, probablemente un cáncer de útero, ya con metástasis. Su médicos hablan de fístula en las partes vergoñosas e cáncer que se engendró en su natura. Ya iba con hidropesía y recios dolores en los costados. Según Pedro Mártir de Anghiera, Juana recibió a su madre furiosa como una leona púnica. El 25 de septiembre del 1506 muere Felipe el Hermoso en extrañas circunstancias, y los síntomas de la enfermedad mental de Juana se agravan. Desde Burgos donde murió Felipe, lo trasladan a Granada para enterrarlo, viajando siempre de noche y Juana no se separará ni un momento del féretro. En Santa María del Campo se detienen bastantes meses. En una casa llamada Casa del Cordón, se alojó la reina Juana mientras su esposo muerto permanecía en la iglesia de la Asunción, donde celebró el primer aniversario de su muerte. Por aquellos días se iba a celebrar la investidura del Cardenal Cisneros en aquel templo, pero dadas las circunstancias no pudo ser y tuvieron que trasladar el acto a la cercana villa de Mahamud. A partir de aquel momento no se quería cambiar de ropa, no se quería lavar y decidieron encerrarla en Tordesillas el mes de enero del año 1509. Durante la rebelión de los Comuneros, estos solicitaron y recibieron su apoyo contra su hijo Carlos, pero el estado mental de Juana y, finalmente, la derrota comunera, truncaron sus planes. En Tordesillas pasó el resto de su vida hasta que murió, el 12 de abril de 1555, después de 46 años de reclusión forzosa y siempre vestida de negro.

sábado, 23 de marzo de 2013

Primera Guerra Carlista


La Primera Guerra Carlista fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 entre los partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón, conocidos como carlistas y de un régimen absolutista, y los de Isabel II, denominados isabelinos por apoyar a la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originalmente absolutista moderado, y acabó convirtiéndose en liberal para obtener el apoyo popular. La guerra la planteó Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, por la cuestión sucesoria, ya que había sido el heredero al trono durante el reinado de su hermano Fernando VII, debido a que éste, tras tres matrimonios, carecía de descendencia. Sin embargo, el nuevo matrimonio del rey y el embarazo de la reina abren una nueva posibilidad de sucesión. En marzo de 1830, seis meses antes de su nacimiento, el rey publica la Pragmática Sanción de Carlos IV aprobada por las Cortes de 1789, que dejaba sin efecto el Reglamento de 10 de mayo de 1713 que excluía la sucesión femenina al trono hasta agotar la descendencia masculina de Felipe V. Se restablecía así el derecho sucesorio tradicional castellano, recogido en Las Partidas, según el cual podían acceder al trono las hijas del rey difunto en caso de morir el monarca sin hijos varones. No obstante, Carlos María Isidro, no reconoció a Isabel como princesa de Asturias y cuando Fernando murió el 29 de septiembre de 1833, Isabel fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y Carlos en el Manifiesto de Abrantes mantuvo sus derechos dinásticos, llevando al país a la Primera Guerra Carlista. La cuestión dinástica no fue la única razón de la guerra. Tras la Guerra de la Independencia, Fernando abolió la Constitución de 1812, pero tras el Trienio Liberal, Fernando VII no volvió a restaurar la Inquisición, y en los últimos años de su reinado permitió ciertas reformas para atraer a los sectores liberales, que además pretendían igualar las leyes y costumbres en todo el territorio del reino eliminando los fueros y las leyes particulares, al tiempo los sectores más conservadores se agrupaban en torno a su hermano Carlos. El campo y las pequeñas ciudades del País Vasco y Navarra apoyaron mayoritariamente al pretendiente Carlos debido a su tradicionalismo foral, gracias al apoyo que le dio el bajo clero local. Muchos autores han especulado con la posibilidad de que la causa carlista en el País Vasco y Navarra fuese fundamentalmente foralista. No existe consenso en este análisis, puesto que otros autores rebaten esta interpretación, haciendo la principal razón del apoyo vasconavarro al influjo del clero en la sociedad. En Aragón y Cataluña se vio como una oportunidad de recuperar sus derechos forales, perdidos tras la Guerra de Sucesión Española, mediante los Decretos de Nueva Planta. La jerarquía eclesiástica se mantuvo ambigua, aunque una parte importante del clero se unió a los carlistas. En el otro bando, los liberales y moderados se unieron para apoyar a María Cristina y a su hija Isabel. Controlaban las principales instituciones del Estado, la mayoría del ejército y todas las ciudades importantes. Los liberales recibieron apoyo del Reino Unido, Portugal y Francia en forma de créditos para el tesoro y de fuerzas militares. Los británicos enviaron la Legión Auxiliar Británica, cuerpo de voluntarios al mando del general George Lacy Evans, en tanto que la Royal Navy realizaba funciones de bloqueo. Los portugueses enviaron una división auxiliar bajo el mando del Barón das Antas y los franceses la Legión extranjera francesa además de colaborar en el control de la frontera y de las costas españolas. Tras la muerte de Fernando VII, el pretendiente Carlos nombró a Joaquín Abarca como ministro universal e hizo un llamamiento al ejército y a las autoridades para que se sumaran a su causa, pero con escasa repercusión. En el ámbito internacional tan sólo el rey Miguel I de Portugal lo reconoció, lo que llevó a la ruptura diplomática entre España y Portugal. En los primeros días de octubre se sucedieron las insurrecciones en varios puntos de España, protagonizadas por agrupaciones locales de Voluntarios Realistas, en general con poco éxito, excepto en el País Vasco, Navarra y Logroño, pero sin llegar a controlar más que por poco tiempo las ciudades de dichos territorios. Las sublevaciones no tuvieron el apoyo del ejército. Así, el general Ladrón de Cegama, sin mando en Valladolid (residencia de la Capitanía General de Castilla la Vieja), y el coronel Tomás de Zumalacárregui, retirado pero viviendo en la plaza fuerte de Pamplona, huyeron de sus lugares de residencia para pronunciarse sin arrastrar consigo fuerza alguna de las guarniciones de las plazas en las que se encontraban. La guerra se considera como comenzada cuando el general Ladrón de Cegama proclamó rey al infante don Carlos con el nombre de Carlos V el 6 de octubre de 1833 en Tricio (La Rioja), apoderándose con los voluntarios sublevados de Logroño y pasando a Navarra a unirse con los sublevados de esta provincia. La unión de estos voluntarios en Navarra fue el embrión de las tropas de las que se hizo cargo Tomás de Zumalacárregui y que hicieron posible que la guerra durase siete años.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Rodrigo Díaz de Vivar ( El Cid )


Rodrigo Díaz nació en Vivar, una pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en el año 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla, encarna el prototipo del caballero castellano con las máximas virtudes; fuerte, leal, justo, valiente, prudente, templado, guerrero y culto. A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes. Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II. A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra. A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración, que en árabe significa amo o señor. Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y la toma de posesión del nuevo rey Alfonso VI la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca el cual puso en su lugar a García Ordóñez, aunque le compensó con el matrimonio con Jimena Díaz en 1074, bisnieta de Alfonso V e hija del Conde de Oviedo, con la que tuvo dos hijas y un hijo. En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante. Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey musulmán Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente. En 1089 cruza el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso VI le pide ayuda, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla y el monarca le destierra por segunda vez en 1089. En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey Alfonso VI. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente. En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia, Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en ella en junio de 1094. Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano. Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido. Establecido ya firmemente en Valencia, Rodrigo se alió con Pedro I de Aragón y con Ramón Berenguer III de Barcelona con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron además con vínculos matrimoniales. La hija del Cid, María, se casó con el conde de Barcelona y su otra hija Cristina con el infante Ramiro de Navarra. Cuando sus hijas se casaron el Cid regaló a sus yernos dos espadas como símbolo de aceptación en la familia. La espada Tizona y la espada Colada. Posteriormente sus hijas fueron maltratadas por sus esposos con lo que el Cid los hecho de la familia e hizo que les devolvieran las espadas que les había regalado en sus bodas. En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego, dejando sin descendencia masculina a Rodrigo. El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.

domingo, 3 de marzo de 2013

Batalla de Simancas


La batalla de Simancas fue un enfrentamiento bélico entre las tropas de una coalición cristiana encabezada por el rey de León, Ramiro II, y los musulmanes asentados en Córdoba del califa Abd al-Rahman III junto a los muros de la ciudad de Simancas, en el que se afianzó el dominio sobre las tierras del Duero por los reinos cristianos del norte, en el año 939. En el año de 937, el rey Ramiro II de León actuó en apoyo de Muhammad ibn Hashim, gobernador de Zaragoza, a quien el califa acusaba de traidor y culpable principal del desastre de Osma, ocurrido 3 años antes. El cronista Sampiro abrevia así los hechos. Ramiro reuniendo su ejército se dirigió a Zaragoza. Entonces el rey de los sarracenos, Aboyaia, se sometió al gran rey Ramiro y puso toda su tierra bajo la soberanía de nuestro rey. Engañando a Abdarrahmán, su soberano, se entregó con todos sus dominios al rey católico. Y nuestro rey, como era fuerte y poderoso, sometió los castillos de Aboyaia, que se le habían sublevado, y se los entregó regresando a León con gran triunfo. Sampiro omite que el monarca leonés dejó guarniciones navarras en estos castillos, pues Ramiro contó con el concurso y alianza del rey de Pamplona. Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abderramán III. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán conquistó uno tras otro todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda, que se declaró vasalla del califa. El califa omeya concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez por todas con el reino leonés, al que denominó gazat al-kudra, Campaña del Supremo Poder o de la Omnipotencia. El omeya reunió un gran ejército alentado por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible. El califa formó, con la ayuda del gobernador musulmán de Zaragoza Abu Yahya, un gran ejército de casi 100.000 hombres, formado por mercenarios andalusíes, militares profesionales, tribus bereberes, soldados de las provincias militarizadas yunds, contingentes de las Marcas y un buen número de voluntarios. Bien armada y pertrechada, esta heterogénea masa de combatientes emprendió la marcha a fines de junio de 939. Dejando atrás Toledo, el ejército atravesó el Sistema Central por Guadarrama puerto de Tablada, internándose a continuación en la "Tierra de nadie" políticamente hablando- situada al sur del Duero. Después de saquear y destruir los lugares que encontraban en su camino los contingentes califales acamparon cerca del Cega y se instalaron en el Castillo de Portillo a principios de agosto. Entre tanto, el rey leonés Ramiro II logró reunir a su lado, además de a sus propias tropas, las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández, las del reino de Pamplona de García Sánchez I, así como a tropas gallegas y asturianas. La batalla, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante varios días. Las crónicas cristianas cuentan que se apareció San Millán. Y además, según cuentan las crónicas, tanto árabes como cristianas, hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla. Basándose en este dato, el eclipse previo a los días de batalla, éste sucedió el 19 de julio del 939. El combate duró algunas jornadas, decidiéndose del lado de los cristianos que hicieron huir a las tropas musulmanas que no pudieron tomar la fortaleza de Simancas. Abu Yahya fue apresado al término de la contienda. Después de la batalla de Simancas aconteció otro desastre para los musulmanes en tierras sorianas, en lo que se denomina la jornada de Alhándega o del Barranco. Los musulmanes, que en su retirada de Simancas habían arrasado la zona del río Aza (actual río Riaza) en su camino hacia Atienza, en dicha jornada sufrieron una emboscada en un barranco, donde fueron derrotados y puestos en fuga, consiguiendo los cristianos un gran botín. Como consecuencia de la batalla, la línea de repoblación del reino de León avanzó hasta el río Tormes, rebasando el límite del río Duero. No obstante, aunque Abd al-Rahman III no volvió a dirigir personalmente sus ejércitos en combate, éstos siguieron haciendo incursiones más allá de los límites cristianos como las razias del caudillo árabe Almanzor; una de ellas desembocó en la Batalla de Rueda en Rueda (Valladolid) en el 981.

sábado, 16 de febrero de 2013

Los amantes de Teruel


La historia o leyenda de los Amantes de Teruel cuenta la historia de amor entre dos jóvenes turolenses, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, conocido a partir de las recreaciones del teatro barroco como Diego. Desde 1996 se celebra en Teruel, como recordatorio de la tradición, la festividad de Las Bodas de Isabel de Segura. En los primeros años del siglo XIII vivían en la ciudad de Teruel Diego (Juan) de Marcilla e Isabel de Segura, cuya temprana amistad se convirtió pronto en amor. No querido por la familia de Isabel, debido a que carecía de bienes, el pretendiente consiguió un plazo para enriquecerse. Así pues, partió a la guerra y regresó a Teruel justo cuando había expirado el plazo. Para entonces, Isabel ya era esposa de un hermano del señor de Albarracín. Pese a tal hecho, Juan logró entrevistarse con Isabel en su casa y le pidió un beso; ella se lo negó y el joven murió de dolor. Al día siguiente se celebró el funeral del joven en San Pedro; entonces, una mujer enlutada se acercó al féretro: era Isabel, que quería dar al difunto el beso que le negó en vida; la joven posó sus labios sobre los del muerto y repentinamente cayó muerta junto a él.

viernes, 4 de enero de 2013

La armada Invencible


La armada Invencible, escuadra española formada por Felipe II para la invasión de Inglaterra. La reina británica Isabel I mantuvo siempre una postura contraria a España y de apoyo a los focos conflictivos que surgían en Europa. En 1585, la reina, que había favorecido a los rebeldes de los Países Bajos, firmó con ellos un tratado en el que se comprometía a prestarles ayuda militar a cambio de la presencia de sus tropas en Brill y Flesinga. En ese mismo año el corso se recrudeció y, en mayo, Felipe II ordenó la captura de todas las naves inglesas ancladas en puertos españoles. En septiembre, Francis Drake inició una campaña de ataque sistemático a las colonias del área del Caribe, poniendo en entredicho el sistema defensivo español en el Atlántico. La creacion de la armada fue entonces el rey de España había recibido ya la propuesta de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz, de preparar una expedición naval contra Inglaterra, que solventase, a la vez, el problema del control del océano y la revuelta de los Países Bajos. Había consultado también a Alejandro Farnesio, que se había mostrado, aunque cauto, de acuerdo con el proyecto. En los meses siguientes, la idea de la invasión de la isla tomó cuerpo. Santa Cruz y Farnesio enviaron al monarca sus planes respectivos para la campaña, que resaltaban, sobre todo el del segundo, la necesidad de una gran armada que neutralizara el poder de la inglesa y asegurara el traslado de los tercios de Flandes a Inglaterra. La falta de un puerto con calado suficiente para que atracaran los galeones inclinó a Felipe II hacía la posibilidad de que éstos realizaran la travesía del canal de la Mancha en barcazas, escoltados por la escuadra. En la década de 1580 los ingresos de la Corona procedentes de las Indias fueron ingentes; estos recursos, junto con los que provenían de la Iglesia y de la fiscalidad castellana, hicieron posible la construcción de algunas embarcaciones y el avituallamiento de una poderosa flota. Farnesio había fijado la fecha de la invasión para octubre de 1586, pero entonces, los 130 buques y los cerca de 30.000 hombres que compusieron 'La Invencible' no estaban listos, a pesar de que los astilleros aceleraron su actividad y se hicieron toda clase de esfuerzos, económicos y políticos para activar el aprovisionamiento. La ejecución de María Estuardo, en febrero de 1587, precipitó el plan de invasión. La Gran Armada debía haber sido mandada por Santa Cruz, un ilustre marino, cuya carrera se había consolidado desde Lepanto hasta el combate de las Azores; pero murió y fue sustituido por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia, capitán general de Andalucía y experto administrador en temas militares y navales, pero sin conocimiento alguno del mar y mucho menos de la guerra naval. El 20 de mayo de 1588 la Armada Invencible salió de Lisboa, bordeando con dificultades la costa hasta La Coruña, donde se pertrechó de agua y alimentos. Hasta el 21 de julio no abandonó este puerto, para entrar, una semana después, en el canal de la Mancha. El primer enfrentamiento serio con los ingleses ocurrió a la altura de Calais. Poco más tarde, frente a Gravelinas, la flota británica dispersó a las naves españolas. Los vientos impulsaron hacia el Norte a los restos de la escuadra, que, ante la imposibilidad de volver al Canal y acudir al encuentro de Farnesio, optó por un largo y duro regreso rodeando las islas Británicas. Nuevas tormentas, a la altura de Irlanda, remataron el desastre. Aún así algo más del 50% de las embarcaciones logró llegar al puerto de Santander. La derrota de la Invencible se debió a una serie de factores. Indudablemente, Felipe II calculó mal las posibilidades de invasión de Inglaterra y el apoyo de los católicos ingleses; hubo además una falta de coordinación con la infantería flamenca pero, en lo fundamental, se trató de dos conceptos diferentes de guerra naval. España optó por enviar poderosos galeones equipados con artillería pesada de corto alcance, con la intención de dañar la capacidad marinera de los barcos ingleses y abrir la posibilidad de abordaje. Inglaterra apostó por artillería de largo alcance, con lo que sus buques pudieron mantenerse a distancia de los españoles; su mayor movilidad les permitió huir del enfrentamiento. España no tuvo pérdidas materiales importantes. En pocos años reconstruyó su potencia naval. Las consecuencias políticas y psicológicas fueron más amplias: la Europa protestante consideró, desde entonces, que el poder español había sido doblegado.