viernes, 4 de enero de 2013

La armada Invencible


La armada Invencible, escuadra española formada por Felipe II para la invasión de Inglaterra. La reina británica Isabel I mantuvo siempre una postura contraria a España y de apoyo a los focos conflictivos que surgían en Europa. En 1585, la reina, que había favorecido a los rebeldes de los Países Bajos, firmó con ellos un tratado en el que se comprometía a prestarles ayuda militar a cambio de la presencia de sus tropas en Brill y Flesinga. En ese mismo año el corso se recrudeció y, en mayo, Felipe II ordenó la captura de todas las naves inglesas ancladas en puertos españoles. En septiembre, Francis Drake inició una campaña de ataque sistemático a las colonias del área del Caribe, poniendo en entredicho el sistema defensivo español en el Atlántico. La creacion de la armada fue entonces el rey de España había recibido ya la propuesta de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz, de preparar una expedición naval contra Inglaterra, que solventase, a la vez, el problema del control del océano y la revuelta de los Países Bajos. Había consultado también a Alejandro Farnesio, que se había mostrado, aunque cauto, de acuerdo con el proyecto. En los meses siguientes, la idea de la invasión de la isla tomó cuerpo. Santa Cruz y Farnesio enviaron al monarca sus planes respectivos para la campaña, que resaltaban, sobre todo el del segundo, la necesidad de una gran armada que neutralizara el poder de la inglesa y asegurara el traslado de los tercios de Flandes a Inglaterra. La falta de un puerto con calado suficiente para que atracaran los galeones inclinó a Felipe II hacía la posibilidad de que éstos realizaran la travesía del canal de la Mancha en barcazas, escoltados por la escuadra. En la década de 1580 los ingresos de la Corona procedentes de las Indias fueron ingentes; estos recursos, junto con los que provenían de la Iglesia y de la fiscalidad castellana, hicieron posible la construcción de algunas embarcaciones y el avituallamiento de una poderosa flota. Farnesio había fijado la fecha de la invasión para octubre de 1586, pero entonces, los 130 buques y los cerca de 30.000 hombres que compusieron 'La Invencible' no estaban listos, a pesar de que los astilleros aceleraron su actividad y se hicieron toda clase de esfuerzos, económicos y políticos para activar el aprovisionamiento. La ejecución de María Estuardo, en febrero de 1587, precipitó el plan de invasión. La Gran Armada debía haber sido mandada por Santa Cruz, un ilustre marino, cuya carrera se había consolidado desde Lepanto hasta el combate de las Azores; pero murió y fue sustituido por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia, capitán general de Andalucía y experto administrador en temas militares y navales, pero sin conocimiento alguno del mar y mucho menos de la guerra naval. El 20 de mayo de 1588 la Armada Invencible salió de Lisboa, bordeando con dificultades la costa hasta La Coruña, donde se pertrechó de agua y alimentos. Hasta el 21 de julio no abandonó este puerto, para entrar, una semana después, en el canal de la Mancha. El primer enfrentamiento serio con los ingleses ocurrió a la altura de Calais. Poco más tarde, frente a Gravelinas, la flota británica dispersó a las naves españolas. Los vientos impulsaron hacia el Norte a los restos de la escuadra, que, ante la imposibilidad de volver al Canal y acudir al encuentro de Farnesio, optó por un largo y duro regreso rodeando las islas Británicas. Nuevas tormentas, a la altura de Irlanda, remataron el desastre. Aún así algo más del 50% de las embarcaciones logró llegar al puerto de Santander. La derrota de la Invencible se debió a una serie de factores. Indudablemente, Felipe II calculó mal las posibilidades de invasión de Inglaterra y el apoyo de los católicos ingleses; hubo además una falta de coordinación con la infantería flamenca pero, en lo fundamental, se trató de dos conceptos diferentes de guerra naval. España optó por enviar poderosos galeones equipados con artillería pesada de corto alcance, con la intención de dañar la capacidad marinera de los barcos ingleses y abrir la posibilidad de abordaje. Inglaterra apostó por artillería de largo alcance, con lo que sus buques pudieron mantenerse a distancia de los españoles; su mayor movilidad les permitió huir del enfrentamiento. España no tuvo pérdidas materiales importantes. En pocos años reconstruyó su potencia naval. Las consecuencias políticas y psicológicas fueron más amplias: la Europa protestante consideró, desde entonces, que el poder español había sido doblegado.

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