domingo, 3 de marzo de 2013

Batalla de Simancas


La batalla de Simancas fue un enfrentamiento bélico entre las tropas de una coalición cristiana encabezada por el rey de León, Ramiro II, y los musulmanes asentados en Córdoba del califa Abd al-Rahman III junto a los muros de la ciudad de Simancas, en el que se afianzó el dominio sobre las tierras del Duero por los reinos cristianos del norte, en el año 939. En el año de 937, el rey Ramiro II de León actuó en apoyo de Muhammad ibn Hashim, gobernador de Zaragoza, a quien el califa acusaba de traidor y culpable principal del desastre de Osma, ocurrido 3 años antes. El cronista Sampiro abrevia así los hechos. Ramiro reuniendo su ejército se dirigió a Zaragoza. Entonces el rey de los sarracenos, Aboyaia, se sometió al gran rey Ramiro y puso toda su tierra bajo la soberanía de nuestro rey. Engañando a Abdarrahmán, su soberano, se entregó con todos sus dominios al rey católico. Y nuestro rey, como era fuerte y poderoso, sometió los castillos de Aboyaia, que se le habían sublevado, y se los entregó regresando a León con gran triunfo. Sampiro omite que el monarca leonés dejó guarniciones navarras en estos castillos, pues Ramiro contó con el concurso y alianza del rey de Pamplona. Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abderramán III. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán conquistó uno tras otro todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda, que se declaró vasalla del califa. El califa omeya concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez por todas con el reino leonés, al que denominó gazat al-kudra, Campaña del Supremo Poder o de la Omnipotencia. El omeya reunió un gran ejército alentado por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible. El califa formó, con la ayuda del gobernador musulmán de Zaragoza Abu Yahya, un gran ejército de casi 100.000 hombres, formado por mercenarios andalusíes, militares profesionales, tribus bereberes, soldados de las provincias militarizadas yunds, contingentes de las Marcas y un buen número de voluntarios. Bien armada y pertrechada, esta heterogénea masa de combatientes emprendió la marcha a fines de junio de 939. Dejando atrás Toledo, el ejército atravesó el Sistema Central por Guadarrama puerto de Tablada, internándose a continuación en la "Tierra de nadie" políticamente hablando- situada al sur del Duero. Después de saquear y destruir los lugares que encontraban en su camino los contingentes califales acamparon cerca del Cega y se instalaron en el Castillo de Portillo a principios de agosto. Entre tanto, el rey leonés Ramiro II logró reunir a su lado, además de a sus propias tropas, las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández, las del reino de Pamplona de García Sánchez I, así como a tropas gallegas y asturianas. La batalla, que tuvo lugar en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante varios días. Las crónicas cristianas cuentan que se apareció San Millán. Y además, según cuentan las crónicas, tanto árabes como cristianas, hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla. Basándose en este dato, el eclipse previo a los días de batalla, éste sucedió el 19 de julio del 939. El combate duró algunas jornadas, decidiéndose del lado de los cristianos que hicieron huir a las tropas musulmanas que no pudieron tomar la fortaleza de Simancas. Abu Yahya fue apresado al término de la contienda. Después de la batalla de Simancas aconteció otro desastre para los musulmanes en tierras sorianas, en lo que se denomina la jornada de Alhándega o del Barranco. Los musulmanes, que en su retirada de Simancas habían arrasado la zona del río Aza (actual río Riaza) en su camino hacia Atienza, en dicha jornada sufrieron una emboscada en un barranco, donde fueron derrotados y puestos en fuga, consiguiendo los cristianos un gran botín. Como consecuencia de la batalla, la línea de repoblación del reino de León avanzó hasta el río Tormes, rebasando el límite del río Duero. No obstante, aunque Abd al-Rahman III no volvió a dirigir personalmente sus ejércitos en combate, éstos siguieron haciendo incursiones más allá de los límites cristianos como las razias del caudillo árabe Almanzor; una de ellas desembocó en la Batalla de Rueda en Rueda (Valladolid) en el 981.

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