lunes, 15 de abril de 2013

Juana I de Castilla

uana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, fue una mujer inteligente que recibió una esmerada educación, de la mano de Beatriz Galindo, que había sido también la maestra de su madre. Le enseñó latín y francés, así como el manejo de varios instrumentos de música. Quería ser monja pero a los 16 años sus padres, los Reyes Católicos, la obligan a casarse, por motivos políticos, con el archiduque Felipe de Austria, el Hermoso. El 22 de agosto de 1496 embarcó en Laredo, con una flota de 120 barcos y 15000 soldados para casarse con el duque de Borgoña. Antes de partir, hubo de permanecer dos días en Laredo, con su madre, que la había acompañado, hasta que disminuyó la marejada. El barco que llevaba su ajuar se hundió debido a un temporal. Al llegar a Flandes, tuvo que esperar unos días a su futuro marido, en el convento de Lier. Cuando la ve, Felipe queda fascinado por su belleza. Decide saltarse el protocolo, y ordena un rápido casamiento. Pronto comienza con síntomas de esquizofrenia. Hacia 1498 se describe la frialdad de su conducta, el desinterés por sus obligaciones, la falta de afectividad en sus actos, deja de pagar durante meses a sus sirvientes. Durante su primer embarazo, esta frialdad emocional se acentúa. Según su confesor,tiene duro el corazón, crudo y sin piedad. Este primer brote psicótico cedió tras el embarazo. Pronto, Felipe pierde el interés en la relación y Juana añade a su trastorno psicótico los celos. Siempre estaba vigilando a su esposo y pese al adelantado estado de gestación de su segundo embarazo, del que nacería Carlos el 24 de febrero de 1500, asistió a una fiesta en el Palacio de Gante. Aquel mismo día tuvo a su hijo, según cuentan, en una habitación retirada del Palacio. Unos meses después, partieron hacia España, atravesando Francia. En 1502 vuelve a tener otro brote psicótico, coincidiendo con su cuarto embarazo. Se empeña en acompañar a su esposo en su viaje, pero debido a lo avanzado de su gestación, no se lo permiten y la obligan a permanecer en Alcalá. El equipo de médicos que sus padres ponen a su servicio, dedujeron que su estado melancólico estaba motivado por su embarazo. Según los médicos Soto y Gutiérrez de Toledo, algunas veces no quiere hablar, otras da muestras de estar transportada, días y noches recostada en un almohadón, con la mirada fija en el vacío. Se traslada con su madre a Segovia. Allí siguen los síntomas: insomnio, anorexia con accesos de ingesta voraz, horas de inmovilismo y ataques de ira. Su madre debió de convencerse entonces de su enajenación, por lo que presenta ante las Cortes de Castilla un proyecto de ley por el cual, si doña Juana se encontrara incapaz para ejercer en persona las funciones reales, debería ser regente su padre don Fernando de Aragón. La salud de la reina se deteriora, y también su relación con su hija. Por recomendación médica, son separadas, ya que su relación parecía resultar dañina para ambas. Doña Juana es trasladada al Castillo de la Mota. Allí fue mejorando hasta que en noviembre recibe noticias de su marido. Se dispone a partir en su busca de inmediato, pero Juan de Fonseca se lo impide. Tras un ataque de ira y rabia, en el que dirige al de Fonseca insultos y amenazas de muerte, pasa la noche a la intemperie, a medio vestir. Avisan a la reina, que acude a La Mota a pesar de lo avanzado de su enfermedad, probablemente un cáncer de útero, ya con metástasis. Su médicos hablan de fístula en las partes vergoñosas e cáncer que se engendró en su natura. Ya iba con hidropesía y recios dolores en los costados. Según Pedro Mártir de Anghiera, Juana recibió a su madre furiosa como una leona púnica. El 25 de septiembre del 1506 muere Felipe el Hermoso en extrañas circunstancias, y los síntomas de la enfermedad mental de Juana se agravan. Desde Burgos donde murió Felipe, lo trasladan a Granada para enterrarlo, viajando siempre de noche y Juana no se separará ni un momento del féretro. En Santa María del Campo se detienen bastantes meses. En una casa llamada Casa del Cordón, se alojó la reina Juana mientras su esposo muerto permanecía en la iglesia de la Asunción, donde celebró el primer aniversario de su muerte. Por aquellos días se iba a celebrar la investidura del Cardenal Cisneros en aquel templo, pero dadas las circunstancias no pudo ser y tuvieron que trasladar el acto a la cercana villa de Mahamud. A partir de aquel momento no se quería cambiar de ropa, no se quería lavar y decidieron encerrarla en Tordesillas el mes de enero del año 1509. Durante la rebelión de los Comuneros, estos solicitaron y recibieron su apoyo contra su hijo Carlos, pero el estado mental de Juana y, finalmente, la derrota comunera, truncaron sus planes. En Tordesillas pasó el resto de su vida hasta que murió, el 12 de abril de 1555, después de 46 años de reclusión forzosa y siempre vestida de negro.

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