Ramiro I de Asturias hijo de Vermudo I, gobernó tras la muerte de Alfonso II desde 842 hasta 850 siendo entonces sucedido por su hijo Ordoño I. Durante su reinado Ramiro tuvo que enfrentarse contra los musulmanes de al-Andalus, según los historiadores de la época por dos veces, aunque la legendaria batalla de Clavijo nunca se produjo y la victoria del rey visigodo correspondió a su sucesor, Ordoño I. Además tuvo que enfrentarse a diversos intentos de sus rivales por usurparle la corona. El primero de ellos Nepociano que oponiéndose a la designación de Ramiro como sucesor de Alfonso II y aprovechando su ausencia se proclamó rey aunque fue derrotado poco tiempo después por Ramiro en la batalla de Cornellana tras desencadenarse una guerra civil por la sucesión entre ambas facciones. En castigo Ramiro ordenó aplicarle a Nepociano la pena de ceguera prescrita en las leyes visigodas, sacarle los ojos. Sin embargo sus rivales no desistieron y más tarde un conde palatino de nombre Aldroito se levantó contra el rey que mandó que mandó aplicarle igual pena, y aun otro de nombre Piniolo que también lo intentó fue condenado a muerte junto con sus siete hijos. Con otros delitos el rey se mostraba igualmente severo, ya ordenaba sacarles los ojos a los ladrones ya quemar en la hoguera a los magos y adivinos, purgando con ello sus estados de salteadores y estafadores. Semejante rigor hizo que los cronistas de la época le llamaran la vara de la justicia. Con los normandos también hubo de enfrentarse poco después de comenzar su reinado. Una flota de 70 naves acaudillada por Wittingur penetró el año 843 por el mar Cantábrico amenazando las playas asturianas. Llegaron hasta Gijón pero intimidados por las fortificaciones de la ciudad prefirieon proseguir viaje más allá del Cabo Ortegal desembarcando finalmente cerca del puerto de Brigantium. Ramiro envió un ejército contra los invasores cusándoles numerosas pérdidas en tierra, destruyendo algunas de sus naves y obligándoles a retirarse de aquellas costas. No menos piadoso que su predecesores, Ramiro edificó cerca de Oviedo varios templos: en las faldas del Naranco el Palacio de Santa María que fue palacio de vacaciones del rey y más tarde se convirtió en iglesia bajo la advocación de Santa María, y San Miguel de Lillo que se supone fue la capilla del palacio, y en la localidad de Lena, en las estribaciones del puerto de Pajares, Santa Cristina de Lena. Tras su muerte el año 850 sus restos fuerron enterrados en el panteón de los reyes erigido en Oviedo por Alfonso el Casto. A partir de su reinado cesaron las designaciones de sucesores permaneciendo su dinastía en el trono durante varios siglos.
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