miércoles, 30 de noviembre de 2011

Batalla de Numancia

En el año 146 aC Publio Cornelio Escipión Emiliano, el nieto adoptivo de el Africano, tomó Cartago. No tenía edad legal ni para ser edil, pero el Pueblo Romano se exasperaba con los nulos resultados de la guerra en África y estaba ya harto de Cartago. Por eso presionó para que, pasando por encima de la ley, Escipión pudiera presentarse a las elecciones al consulado en las que evidentemente arrasó. Fue elegido cónsul y así pudo legalmente ponerse al frente del ejército. El Pueblo Romano no se equivocó. Como no se equivocaría cuando doce años después, en 134 aC volvió a presionar al Senado para que permitiera a Escipión Emiliano presentarse a las elecciones de nuevo. De lo que esta vez estaba harto el Pueblo Romano era de Numancia.Roma estaba agotada por la interminable lucha. Los vencedores de la poderosa Cartago se estrellaban una y otra vez contra la pequeña ciudad hispana. Escipión Emiliano no quiso forzar aún más al Pueblo Romano con un nuevo reclutamiento en masa. Se contentaba con las tropas que estaban ya en España, aunque hubieran fracasado tantas veces y estuvieran tan desmoralizadas. Así que con 4.000 voluntarios marchó hacia España dispuesto a acabar con aquella ciudad maldita causante de tantas desgracias para Roma. Entre los voluntarios que le seguían había 500 familiares, amigos y clientes de su gens a los que agrupó en una cohorte para que le serviera de escolta personal. Como el lugar del campamento destinado a la sede del mando se llamaba "Pretorio", a esta cohorte se la denominó cohorte Pretoriana, y es el antecedente directo de lo que siglo y medio más tarde se conocería como la Guardia Pretoriana. Cuando Escipión Emiliano llegó a España se encontró con un panorama desolador. Las legiones romanas no eran ni la sombra de lo que él esperaba. Se hallaban acuarteladas en campamentos que más parecían sucursales de los casinos de Las Vegas que acuartelamientos militares. Los legionarios vivían mezclados con prostitutas, adivinos, apostadores, traficantes, comerciantes y demás fauna en un ambiente tan corrompido como escandaloso. Escipión Emiliano los echó a todos de los campamentos y se dedicó a devolverles a aquellos hombres la disciplina de hierro que había hecho famosos e invencibles a sus padres. Entre los jóvenes oficiales de su ejército había uno natural de Arpinum al que la Historia tenía resevado uno de esos lugares inalcanzables para el común de los mortales, Su nombre, Cayo Mario. Con la misma meticulosidad, con la misma frialdad tan típicamente romana con la que había destruido Cartago, Escipión Emiliano se puso a trabajar en "el asunto Numancia". Hizo saber a todos los pueblos hispanos que aquella campaña sería la definitiva y que cualquier pueblo que auxiliara a los sublevados sería exterminado. Si eso lo hubiera dicho cualquiera de los anteriores generales romanos la gente se hubiera reido, pero el que lo decía era nada más y nada menos que el hombre que había destruido Cartago hasta los cimientos sembrando el páramo a que la más bella ciudad del mundo había quedado reducido con sal. El recuerdo de Cartago y de Corinto oprimía los corazones de todo el mundo conocido y su eco llegaba claro y nítido a España. Una vez convertido aquel ejército en una maquinaria asombrosamente eficaz. Al frente de 60.000 hombres, Escipión Emiliano comenzó la marcha desde Ampurias hasta Numancia. Las poblaciones observaban sobrecogidas aquel gigantesco despliegue de fuerza jamás visto hasta entonces en España. Un enorme tren de suministro llevaba las piezas de asedio desmontadas: torres, catapultas, ballistas y escorpiones. Escipión Emiliano rodeó Numancia por el norte y recorrió toda la zona alrededor mostrando a los hispanos cuáles eran sus poderes. Pero aún más que aquella impresionante maquinaria desplegada, era su propia persona la que hacía estremecerse a los sencillos pobladores de aquellas tierras. Numancia estaba condenada. Y los numantinos lo sabían. Pero aquel sencillo pueblo, solo, sin posibilidad alguna de escapatoria ni la más remota de triunfo, decidió luchar. Fue una decidión tomada en asamblea, democráticamente. Pone los pelos de punta, pero aquellos españoles prefirieron sacrificar sus vidas para construir algo que hoy, más de dos mil años después, sigue moviendo los corazones de España. Escipión Emiliano desplegó a sus tropas y construyó una primera línea de fortificaciones provisional alrededor de la ciudad. Agger et fossa, terraplén y foso, que sirvieron de defensa a los legionarios que metros atrás construían la verdadera línea de asedio consistente en un muro de piedra con torres de vigilancia y plataformas para la artillería. En la pequeña ciudad había unas 10.000 personas con no más de 4.000 hombres aptos para la defensa. Una lucha de 1 a 15. Igual que en cartago, Escipión Emiliano, jugador de ventaja, jugaba sobre seguro. No tenía ni el genio ni la atractiva personalidad de su abuelo adoptivo, pero era un romano de los pies a la cabeza, frío y calculador y encima jugaba con ventaja.



domingo, 20 de noviembre de 2011

José Antonio Primo de Rivera

José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, III Marqués de Estella nació en Madrid, España, el 24 de abril de 1903 y fue asesinado en Alicante, el 20 de noviembre de 1936. Fue un abogado y político español, hijo primogénito de Miguel Primo de Rivera y fundador y líder de la Falange Española. Fue asesinado por los republicanos tras ser acusado de conspiración y rebelión militar durante los primeros meses de la Guerra Civil Española. Se convirtió durante la Guerra Civil Española y el gobierno de Francisco Franco en un símbolo de la lucha contra el comunismo. Terminada la guerra su nombre encabezó todas las listas de fallecidos del Bando Nacional, llegándose a poner la inscripción "José Antonio ¡Presente!" en la gran mayoría de las iglesias españolas, pasando así a ser el único líder político de su período al que se conoce exclusivamente por su nombre de pila.


José Antonio ¡Presente!


domingo, 9 de octubre de 2011

Jaime I de Aragón

Jaime I de Aragón fue hijo de Pedro II el Católico y de María de Montpellier, era el heredero de dos importantes linajes: la Casa de Aragón y el de los emperadores de Bizancio, por parte de su madre. Tuvo una infancia difícil. Su padre, que acabaría repudiando a la reina, sólo llegó a concebirlo mediante engaño de algunos nobles y eclesiásticos que temían por la falta de un sucesor, y la colaboración de María, haciendo creer a Pedro que se acostaba con una de sus amantes. Estas circunstancias produjeron el rechazo de Pedro II hacia el pequeño Jaime, a quien no conoció sino a los dos años de su nacimiento. A esa edad, el rey hizo un pacto matrimonial para entregar a su hijo Jaime a la tutela de Simón, Señor de Montfort, para casarlo con la hija de éste, Amicia, para lo cual el niño iba a ser recluido en el castillo de Carcasona hasta los 18 años. A la muerte de su padre, durante la cruzada albigense, en la batalla de Muret 1213 , Simón de Montfort se resistió a entregar a Jaime a los aragoneses hasta después de un año de reclamaciones y sólo por mandato del papa Inocencio III. Durante su minoría de edad, estuvo bajo la tutela de los caballeros templarios en el castillo de Monzón, habiendo sido encomendado a Guillem de Mont-Rodon, junto con su primo de la misma edad, el Conde de Provenza Ramón Berenguer V. Mientras, actuaba como regente del reino el conde Sancho Raimúndez, hijo de Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV y tío abuelo de Jaime. Heredó el señorío de Montpellier a la muerte de su madre. Huérfano de padre y madre, tenía unos 6 años cuando fue jurado en las Cortes de Lérida de 1214. En septiembre de 1218 se celebraron por primera vez en Lérida unas Cortes generales de aragoneses y catalanes, en las cuales fue declarado mayor de edad. En febrero de 1221 se desposó en la Catedral de Tarazona con Leonor de Castilla, hermana de Doña Berenguela y tía de Fernando III de Castilla. Anulado su primer casamiento por razón de parentesco, contrajo segundo matrimonio con la princesa Violante , hija de Andrés II, rey de Hungría. Por el testamento de su primo Nuño Sánchez, heredó los condados de Rosellón y Cerdaña y el vizcondado de Fenolleda en Francia. En septiembre de 1269 salió de Barcelona con su armada para una expedición a Tierra Santa, pero dispersadas sus naves por las tormentas, tuvo que desembarcar en Aigües-Mortes, cerca de Montpellier, y hubo de renunciar a aquella empresa. Tras un reinado de sesenta y tres años, murió en Alcira (Valencia) el 27 de julio de 1276. En el trance de su muerte, en la residencia real de esta ciudad, y como había dispuesto, Don Jaime fue amortajado con los hábitos del císter. Los restos mortales del rey permanecieron depositados en Santa María de Valencia hasta mayo de 1278, en que fueron trasladados al monasterio de Poblet para su sepultura definitiva. No obstante, tras la desamortización de Mendizábal, el monasterio quedó abandonado y el cadáver de Jaime I fue trasladado en 1843 a Tarragona, donde le fue construido un panteón en la parte posterior de la catedral, que fue inaugurado en 1856. En 1952, los restos de Jaime I fueron restituidos a Poblet. La Conquista de Valencia por el rey Jaime I, a diferencia de la de Mallorca, fue hecha con un importante contingente de aragoneses. De hecho, en 1231, Jaime I se reunió con el noble Blasco de Alagón y el maestre de la Orden Militar del Hospital en Alcañiz para fijar un plan de conquista de las tierras valencianas. Blasco de Alagón recomendó asediar las poblaciones en terreno llano y evitar las fortificadas. Sin embargo, lo primero que se tomó fueron dos enclaves montañosos: Morella, aprovechando Blasco la debilidad de su gobierno musulmán; y Ares, lugar cercano a Morella tomado por Jaime I para obligar a Blasco de Alagón a que le entregara Morella. La conquista de lo que posteriormente se convertiría en el reino de Valencia comienza en 1232, con la toma de Morella. En 1233 se planea la campaña en Alcañiz, que constaría de tres etapas. La primera etapa empieza con la toma de Burriana en 1233 y Peñíscola. La segunda etapa se dirige al sur llegando hasta el Júcar, en la ciudad de Alcira donde se encontraba el único puente de toda Valencia que cruzaba el Júcar. El 30 de diciembre de 1242 fue conquistada esta villa, permitiendo así la definitiva conquista del Reino de Valencia. La tercera etapa abarca desde 1243 a 1245, llegándose a los límites estipulados en el tratado de Almizra en 1244, firmado entre Jaime I y el infante Alfonso para delimitar las áreas de expansión sobre territorio musulmán entre Castilla y la Corona de Aragón. Las tierras al sur de la línea Biar-Villajoyosa quedaron reservadas para Castilla, incorporándose al reino de Valencia por Jaime II de Aragón tras las Sentencias arbitrales de Torrellas y el tratado de Elche. En esta última etapa y en los años siguientes, Jaime I tuvo que hacer frente a diversas revueltas de la población mudéjar, encabezadas por el caudillo al-Azraq. Jaime I obtuvo un gran triunfo sobre la nobleza aragonesa al convertir las tierras conquistadas en Valencia en un reino diferenciado, unido a la Corona de Aragón 1239 , respetando sus usos y costumbres y estableciendo los Fueros de Valencia els Furs. La creación del reino provocó una iracunda reacción de la nobleza aragonesa, que veía así imposibilitada la prolongación de sus señoríos en tierras valencianas.



miércoles, 5 de octubre de 2011

Hermanos Pinzón

Los hermanos Pinzón eran los tres miembros de la familia Pinzón, naturales de Palos de la Frontera de finales del siglo XV y comienzos del XVI, que participaron activamente en el primer viaje de Cristóbal Colón, que tuvo como resultado el descubrimiento de América, y en otros viajes de descubrimiento y exploración. Fueron marinos de destacado prestigio en la comarca costera de Huelva, y gracias a sus diferentes viajes comerciales y de cabotaje adquirieron fama y una situación holgada, que les permitió gozar de respeto y reconocimiento entre sus coetáneos. La estratégica posición que ofrecía el histórico puerto de Palos, desde donde salían expediciones tanto a las costas africanas como a la guerra contra Portugal,permitió que fuera el lugar desde donde partieran la mayoría de sus armadas, organizadas, en muchas ocasiones, por esta familia. Martín Alonso y Vicente Yáñez, capitanes de las carabelas La Pinta y La Niña, respectivamente, son los hermanos más conocidos, pero hay un tercero, menos popular, que iba a bordo de La Pinta como maestre: Francisco Martín. Martín Alonso fue el hombre gracias al cual se consiguió que la marinería de la zona del Tinto-Odiel se animara a participar en la empresa colombina. Asimismo apoyó económicamente el proyecto aportando dinero de su hacienda personal. Francisco, el maestre de La Pinta, parece que, además de en el primero, participó también en el tercero y cuarto de los viajes colombinos, pero, por ser su nombre muy común, sus datos biográficos se confunden con otros homónimos de su época. Por último, Vicente Yáñez, el menor de los tres hermanos, además de participar en el primer viaje de Colón,una vez finalizado el monopolio colombino, realizó otros viajes de descubrimiento por su cuenta, entre los que cabe destacar el descubrimiento del Brasil. La participación de los Pinzón fue crucial para la empresa descubridora, ya que nadie estuvo dispuesto a enrolarse con Colón hasta que el mayor de los hermanos, Martín Alonso, rico y afamado armador de la zona, dio su apoyo a la empresa. Desde que Martín Alonso se decidió a apoyar la empresa, emprendió una decidida campaña en favor de la misma y, gracias a su apoyo, el de sus hermanos y otras destacadas familias de marinos de la zona, se consiguió reclutar los hombres necesarios para aquella empresa, marineros de Palos, de Huelva y hasta de fuera de Andalucía. Los testimonios en los pleitos colombinos señalan cómo los Pinzón, sobre todo Martín. Durante el viaje descubridor mostraron en varias ocasiones sus dotes como expertos marinos y como líderes, ya que supieron resolver las más diversas y difíciles situaciones, por ejemplo cuando antes de llegar a las Canarias se rompió el timón de la Pinta y fueron capaces de seguir navegando o cuando Colón entre el 6 y el 7 de octubre de 1492 no fue capaz de restablecer la disciplina entre la cansada y desanimada tripulación de la Santa María, el mayor de los Pinzón con sus dotes de mando consiguió resolver la situación. Martín Alonso sugirió a Colón el cambio de rumbo el 6 de octubre de 1492. Este cambio llevó a la expedición a Guanahani, en las Bahamas, el 12 de octubre de 1492. Cuando naufraga la Santa María el 25 de diciembre,Vicente Yáñez al mando de La Niña acude al rescate de los compañeros que se encontraban en aquella difícil situación. Por estas y otras actuaciones, los hermanos Pinzón tienen un lugar destacado en la historia del descubrimiento de América, y son considerados por los historiadores como "codescubridores de América ya que sin su ayuda y apoyo, Colón probablemente no habría podido llevar a término la empresa descubridora, al menos en aquella época y en aquel lugar. Martín Alonso Pinzón (1440 - 1493) había viajado desde joven por el Mediterráneo y por la costa atlántica de África, haciendo fortuna como armador y comerciante y acumulando experiencia y conocimientos sobre artes náuticas, geografía y cartografía. Los frailes del Monasterio de La Rábida le pusieron en contacto con Colón; y fue la mediación de Pinzón la que le permitió reclutar la tripulación para su viaje a las Indias (1492). El propio Pinzón se encargó del mando de una de las tres carabelas con las que se descubrió América, la Pinta, en la que llevaba de maestre a su hermano Francisco Martín Pinzón. En la travesía de regreso, una tormenta separó las dos naves que quedaban, siendo la de Pinzón la primera en llegar a puerto, a Bayona (Galicia), mientras que la de Colón llegaba más tarde a Lisboa. Murió de sífilis poco después. Vicente Yáñez Pinzón (c. 1461 - c. 1515) también participó en aquel viaje, como capitán de otra carabela, la Niña (Colón mandaba la Santa María). Posteriormente organizó una expedición propia a las costas americanas, que fue la primera en rebasar el Ecuador (1499-1500); en ella le acompañó su sobrino Arias Pérez Pinzón.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Viriato

Viriato fue el principal caudillo de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma en el territorio comprendido entre el Duero y el Guadiana, incluyendo aproximadamente lo que hoy es parte de la provincia de Zamora, casi toda la provincia de Salamanca, el territorio occidental de la provincia de Ávila , Extremadura, el occidente de la provincia de Toledo y, por último, y sobre todo Portugal. La mayor parte de su vida y de sus campañas guerreras forman parte de la leyenda tejida en torno a su persona. La única referencia de su tribu nativa está en Diodoro Sículo, que la sitúa en la costa lusitana. Los romanos lo acabaron reconociendo como dux lusitanorum líder de los lusitanos. Ya en su terreno, derrotó al cónsul Serviliano en el 141 a.C. y consiguió concluir un tratado de paz con Roma, que ésta, decidida a sofocar la resistencia de celtíberos y lusitanos, no tardó en romper. Se envió un nuevo ejército, al mando del cónsul Cepión, quien aprovechó unas negociaciones con los lusitanos para sobornar a varios lugartenientes de Viriato con el fin de que lo asesinasen, como así hicieron. Muerto el líder, la rebelión lusitana perdió fuerza, y en pocos años Roma consolidó su posición en la península Ibérica.



domingo, 18 de septiembre de 2011

La Prehistoria en la Península Ibérica

La historia de Iberia propiamente dicha, comienza con la llegada de los pueblos colonizadores fenicios, griegos, cartagineses y, posteriormente, romanos. Estaban culturalmente más adelantados que los habitantes peninsulares nativos e impusieron sobre ellos su economía, sus costumbres y sus tradiciones. Sin embargo, los testimonios que nos han dejado no han podido ser interpretados de manera satisfactoria, por lo que su historia resulta parcial. Las primeras muestras reales de la ocupación humana de la Península Ibérica las encontramos en las cuevas de Altamira, llamada con toda propiedad, la Capilla Sixtina del Arte Cuaternario. Aquí encontramos muestras del arte del hombre primitivo, en la forma de grabados de figuras de los animales que cazaban. Las figuras, además del elemento estético, expresan muy fuertemente una intención religiosa o mágica, que tiene que ver con el culto a la caza. Se calcula que estos grabados fueron hechos hace unos 10.000 a 15.000 años. El primer pueblo que llega a la Península desde las regiones más desarrolladas del Mediterráneo, son los fenicios,Los fenicios se dedicaron a la explotación de los metales preciosos, que abundaban en aquel momento en la Península. Es con los fenicios en España, precisamente, que nace la industria metalúrgica.Pero también se dedicaron a la pesca y de aquí se deriva la gran tradición de la industria pesquera de España y Portugal. Los griegos llegaron por primera vez a España en el siglo VII a.C. y muy poco después fundaron la ciudad de Emporion, conocida hoy como Ampurias, en la costa catalana. Los griegos, igual que los fenicios, colonizaron la zona del litoral de Levante, pero no penetraron el interior de la Península, ya que no tenían espíritu conquistador, sus intereses eran los comerciales. Los cartagineses llegaron por primera vez a la Península Ibérica en el siglo VI a.C., invitados por el pueblo fenicio que habitaba la ciudad de Gádir, para protegerlos de los ataques de un pueblo indígena peninsular muy aguerrido y valiente. Es aquí cuando en verdad se inicia la ocupación cartaginesa del territorio español. La contribución cartaginesa al desarrollo de la cultura de la Península fue muy poca: desarrollan aún más el comercio; introducen el concepto de la disciplina militar; también se supone que con sus famosas bailarinas, sembraron la semilla de lo que en la época contemporánea es el baile flamenco. Los iberos no se sabe cuando llegaron los iberos a la Península Ibérica, pero sí sabemos que desarrollaron una sociedad muy avanzada entre los años 600 a.C. y 200 a.C. Este pueblo había llegado del norte de África y desarrollaron con mucho talento la escultura, la arquitectura, la cerámica y la orfebrería. Aunque generalmente se habla de los iberos como de un pueblo único, debido a los rasgos comunes que presenta su cultura, la verdad es que ellos constituyeron una serie de tribus, con lenguas diferentes y grados de civilización muy distintos. Entre estas tribus eran muy frecuentes las guerras y nunca lograron la unificación política. Los celtas El otro pueblo importante que originalmente ocupó la Península Ibérica fue el de los celtas. Éstos llegaron a España del norte de Europa, a través del Pirineo Occidental, como 600 años antes de Cristo. Los celtas conformaban un pueblo gurrero, con cultura menos desarrollada que la de los iberos. Sin embargo, después de enfrentarse con éstos, fueron capaces de expandirse por toda la Península, excepto Levante y Andalucía. Un poco más tarde son expulsados de la zona central de la Península por los iberos, y se refugian en Galicia y Portugal. Es en estas zonas donde los celtas dejaron su influencia mayor. Es muy poca la información que se tiene sobre los celtas. Uno de los pocos recuerdos de su presencia en la Península, es el buen número de ciudades y pueblos, cuyos nombres terminan en -briga. A su llegada a Portugal, los romanos llamaron al pueblo celta, lusitanos, nombre que todavía sobrevive como identificador de los modernos portugueses. La llegada de los romanos a la Península Ibérica se da en el año 218 a.C., cuando desembarca un ejército del Imperio desembarca en Ampurias. El comandante del ejército invasor se llamaba Cneo Escipión. Es con la invasión de los romanos que los españoles inventaron la táctica de la guerra de guerrillas. Lo que Roma trajo a España El principio del municipio, el Derecho romano, el latín, obras de ingienería, la literatura y a través de los romanos, se introduce a Hispania el cristianismo, que resultará más tarde en la religión católica.